“No existe para el Peronismo
más que una sola clase de
hombres: los que trabajan”
Juan Domingo Perón.
Memorias del Acampe
Si el tiempo pareciera ser una unidad
ilusoria y abstracta, uno puede comprobar que la duración del mismo muchas
veces está determinada por los acontecimientos con que uno va completando dicha
abstracción.
Y cuando se pasan días y noches de
militancia entre compañeros, el tiempo pareciera no existir. Fueron grandes
jornadas. Signadas por entusiastas juntas de firmas, acontecidas con el cariño
de los ciudadanos que se acercaban a brindar su sincera solidaridad, hermosos
almuerzos y cenas que nos encontraban juntos, con largas conversaciones sobre
experiencias de diversas temporadas, anécdotas familiares e interpretaciones
políticas.
Cada noche estuvo infaltablemente definida por “la hora de la marchita”,
ritual que nos encontraba luego de la cena cantando la Marcha peronista con
emoción, muchas veces con la espontánea compañía de vecinos que al escucharla,
se sumaban a nosotros. Al finalizar, abundaban los aplausos y los abrazos entre
compañeros, preludio de una nueva noche de descanso.
Nuestro amado General nos enseñó que “las
Revoluciones se hacen con tiempo o con sangre, y yo prefiero hacerlas con
tiempo”. Así decidimos comportarnos, con el respeto máximo hacia una ciudadanía
que nos lo reconoció en cada saludo, en cada “Suerte de corazón muchachos” que
nos entregaron. Compartimos grandes momentos. Trabajadores en estado de calle
se acercaban varias noches a cenar a la carpa, y encontraron en nosotros amigos
que los escucharon y contuvieron, así como nuestro recordado niño que tras su
jornada laboral cuidando coches, se acercaba a merendar con nosotros y
solamente nos pedía tocar el bombo, que se volvió para él como un tesoro en
medio del barro.
Fueron días y noches que vamos a extrañar.
Pero seguimos juntos. Con el corazón junto a los que trabajan. Con el Corazón
caliente junto a nuestros compañeros. Con el corazón bien Peronista.
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