(publicado anteriormente 4/7/11 en este mismo blog)
Normalmente preferimos no publicar artículos muy largos, hoy vamos a hacer una excepción. Hace tiempo teníamos este colorido relato que debemos a la muy perpicaz Florencia Guerrero; Los que alguna vez en nuestra carrera hemos trabajado en LA BRISTOL, sabemos que lo que cuenta es real e inclusive resulta ser una pequeñísima porción de lo que ocurre en ese micro mundo tan especial y distinto a todo.
La Bristol, la playa del pueblo.
La Bristol hoy. |
El símbolo del veraneo nacional recibe hasta casi cuatro personas por metro cuadrado.
Cómo cambió su fisonomía con el correr de las décadas, desde refugio de la aristocracia, pasando por las ollas populares y hasta su perfil actual.
Historias repletas de gente a orillas del mar.
Sé buena, pasame un poco de protector que esta resolana me va a matar”, pide una enorme señora desde la provisoria carpita que instaló a las 9 de la mañana. Su cara delata cierto arrebato, no emocional. Efectivamente el sol ha pasado por su rostro.
Enseguida retoma los reclamos para que le den un mate. La protagonista de los insistentes pedidos es la santafesina Mirtha Acosta, quien “madrugó” junto a su amiga Gladys con sus toallones, heladerita y todo tipo de bártulos playeros antes de que el malón cope la parada de la Bristol.
La Brisol solitaria a la salida del sol. |
Se calcula que cualquier día de este enero -que se anuncia récord en cuanto a turismo hay en la Bristol hasta cuatro personas por metro cuadrado, mientras que en cualquier otro balneario de nuestra costa no suelen superar a un veraneante por metro cuadrado.
“¿Dónde?, ¿dónde puedo ver a Echarri?”, Hostiga una y otra, y otra vez, la colorada a su amiga, mientras ésta la unta esforzadamente. Hoy el galán presenta su nueva novela, en el hotel Provincial, y ninguna quiere quedar fuera del convite. Son viejas conocedoras de la Bristol. Desde 1976 Mirtha viene cada verano para repetir esa liturgia que incluye largas mañanas al sol y, por supuesto, la “caza” de famosos. Como testimonio dice que guarda un cuaderno con sus firmas, allí registró las memorables arremetidas contra “Carlín” Calvo y Susana Giménez, por ejemplo, aunque la más emocionante fue esa tarde en que la gracia del destino le permitió ver una celebridad que nunca olvidará: “Estaba caminando por esta rambla-cuenta-, y encontré a (Alberto) Olmedo, fue ese año en que falleció. No se me borra su expresión, y mi alegría. Aquí uno caminaba y siempre se encontraba con los personajes del teatro y la televisión, nadie se perdía del vermut por la tarde, o el café de la mañana, al sol”. Será por eso que lleva una cámara colgada al cuello, tal vez espera la presencia milagrosa de esa farándula que hoy elige retozar sus cuerpos en zonas más valladas.
Espectacular vista aérea de la Playa Bristol desierta, en pleno invierno |
La antigua Rambla francesa de la Bristol |
Las olas y el viento. Cenital, un haz de luz parte el cielo, por fin turquesa, y se desliza hasta su extremo opuesto, para internarse en las aguas frías, a juzgar por la cara de lososados que se internan en ellas sin titubear. Una señora de más de 60 años corre en la misma dirección, como pensando que podrá alcanzarlo, mientras los curiosos ojos de su marido la siguen. Está entre animado y sorprendido.
“Vive chapoteando, no se puede creer. Venimos todos los años, pero para mí las vacaciones son interesantes sólo si me bronceo, no tolero el agua”, explica Carlos Benítez, mientras se prepara para registrar el momento del splash que no demora más de diez segundos, y se repetirá incontable cantidad de veces este día. Cuando termina con la foto, abre una heladerita portátil y revuelve hasta encontrar tupper con ensalada de arroz y una botella de agua. “En la playa no se compra nada”, explica. Es que los costos subieron mucho y un pancho cuesta 7 pesos, lo cual le parece “una barbaridad” a los veraneantes de la Bristol.
La Bristol es también testigo de hechos tristes y lamentables. |
Hasta el Gobernador Daniel SCIOLI se hace presente, para interiorizarse del trabajo y los hechos destacados de los Guardavidas de La Bristol. |
Las playas de La Bristos contaban
con un sistema de anclajes de hierro
y sogas de las que los bañistas se
aferraban. Fue posible verlas hasta
bien entrada la década de 1960.
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Hugo es memorioso, las historias vuelven a él como si hubieran sucedido hace diez minutos. “Hace unos años, la gente que llegaba era tan humilde que armaba ollas populares en la playa”. Eso ya no sucede, pero sí existe un afluente de turistas que arriban con lo puesto. “Familias completas que vienen sin plata ni nada, y se quedan a dormir en las escaleras, eso es muy peligroso porque algunos vienen a robar y la gente se queja mucho porque cada vez hay más rateros”, explica. Cada año, cuando termina la temporada estival, sus hijos dejan la Bristol para trasladarse a España, donde también son bañeros. Nahuel tiene 22 años y lleva cinco de profesión, y destaca que los europeos son más respetuosos y que aquí la gente no hace caso a las banderas de alerta. El promedio de rescates ronda los 50 diarios, una cifra que supera largamente las estadísticas de otras playas. El benjamín del trío es el encargado de contar aquel rescate que en noviembre del año pasado los llevó a la tapa de los diarios. Resulta que un ladrón escapaba de la Policía tras robar la recaudación del hotel Hermitage, y no tuvo mejor idea que correr hacia el mar, con el agravante de no saber nadar. Cuando lo vieron, los hermanos Nardone corrieron para convencerlo de que el agua estaba fría, pero el hombre desde el mar los amenazaba con un arma de fuego y un cuchillo. La policía esperaba en la orilla y no quería arriesgarse, los vecinos dicen que fueron estos dos jóvenes los que convencieron al hombre para que se rinda.
Acción a cada momento.
Hay días donde se llevan a cabo
cientos de recates e intervenciones.
Eso también es La Bristol
Mate y churros. “Dame 8”, pide urgente Benítez, ya sin cámara en mano. Enseguida explica que prefiere comer los churros calentitos, así que en cuanto ve aparecer al churrero -amigo de sus mejores y más felices tardes- se lanza sobre él como si en el canasto llevara algo más que masa frita con azúcar.
Bristol, la más popular. |
Con sol pleno, resolana o aún cuando hace frío, este clásico indiscutido en los balnearios nacionales llega de la mano de cientos de churreros que caminan kilómetros de arena, con sus canastos colmados de felicidad crujiente. Estos manjares a la hora del mate, cotizan a 15 pesos la docena y son el motor en el negocio de Jorge Vásquez, que además vende pochoclos. Como otros muchos comerciantes, él llega a la Bristol con la temporada, desde hace 10 años. “Estoy desde las 8 de la mañana hasta que cae el sol, todos la luchamos, y este año más, porque los días grises y el frío hacen que la gente le escape al agua”, explica sobre los primeros días de enero que no acompañaron demasiado al turismo. Además este año la mayoría llegó “con la plata contada.
No se pierden las vacaciones, pero cuidan mucho el mango”, sintetiza, mientras suelta por décima vez sobre su producto, los granos de azúcar que guarda en un frasco. Otra vez, no hay compradores a la vista, es un tema serio, para este vendedor que el año pasado hacía entre 500 y 600 pesos por día, y en la primera quincena de enero promedió austeros 150 diarios.
Perspectiva. |
Reprimiendo sus deseos de comprar la delicia dulce, Estela Petcoff mira desde una punta de la playa ese canasto, y corre los ojos hasta perderse entre las rocas del muelle de pescadores. Llegó esta semana, como cada año desde Tucumán, y dice que lo que más le interesa es la posibilidad de poder usar bikini a los 60. “Acá puedo broncearme, y a la gente no le horroriza verme con poca ropa”, afirma antes de largar una carcajada nerviosa. Tal vez por eso no se sorprende cuando frente su nariz un señor entrado en años, y bien alimentado, posa en zunga como avistando el mar. “Es que acá venimos a relajarnos, cada uno hace la suya, mientras el espacio dé, nadie molesta a nadie”, remata la tucumana.
A la gorra. “No me digas que hoy no vienen”, se quejan dos señoras acomodadas en sus sillas playeras sobre la Rambla. Llegaron antes que nadie para ver a una familia de milongueros que desde hace una década, puntualmente a las cinco de la tarde, realiza demostraciones de 2x4 sobre los baldosones de granito. Pero este año la Municipalidad ha decidido mudar a los artistas callejeros, por eso ellas y otros cientos que comenzaron a ocupar sus lugares en las escalinatas, se preguntan si habrá o no show. “Cada vez menos gente puede pagar espectáculos”, se quejan. También agudizan la crítica asegurando que la más popular de las playas argentinas, está sucia y descuidada, y que por las noches se ha vuelto un páramo en el que los amigos de lo ajeno se hacen un festín con los desprevenidos que esperan concretar alguna conquista o mirar las estrellas junto al mar.
Lobo de piedra |
Grande y Popular. La Bristol, emblemática playa de Mar del Plata. |
¡Clap clap clap! Interrumpe. ¡Clap clap clap! “Llegó la hora”, exclama Catalino agarrándose la cabeza. Entonces, casi sin solución de continuidad entre los gritos cotidianos y la excitación de quien perdió algo importante, aparece una delgada mujer de unos treinta años que se presenta como Romina y llora desesperada, porque perdió a su único hijo, un gordito de 5 años que no tarda en volver en los brazos de la “rescatista” de turno. Nadie contiene a nadie en estos casos. “Todos los días se pierde alguno, es más común que el mate y los churros”, remata Catalino. “Los vendedores escuchamos a la gente, ésta es una playa en la que se ve la concentración de todas las realidades, personas con plata y otras que no tienen mucho. Yo aprendo a agradecer por lo que tengo, todos los días”, resume mientras camina hacia el sur, dejando sus huellas perdidas entre las miles de aquellos que hoy jugaron aquí, pero han partido en delicado éxodo hacia algún sitio con menos viento y más confort. Fue otro día de éxito para la verdadera vedette de Mar del Plata, la única que conserva el reinado de ser la playa del pueblo.
Florencia Guerrero
Edición y compaginacion de imágenes:
"LOS QUE HACEMOS EL BLOG."
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Final del día. La Bristol bajo la romántica luz de la luna. |
Que ciudad que tenemos Incomparable. Por todo tambien por los guardavidas. HAY DE TODO !!! JA JA JA, pero tambnien hay de los buenos. Muchas gracias a la gente del Sindicato por todo lo que trabaja por nosotros, en especial al gordo nestor, una masa el tipo.
ResponderBorrarLa última fotografía pertenece a Mar del Plata Daily Photo y solamente puede ser utilizada mencionando la fuente.
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